A un mes escaso de finalizar el curso e iniciando ya los temibles exámenes de junio, los incontables trabajos y demás inconvenientes acechan como si de niños de colegio nos tratásemos. Encontrar tiempo para estudiar –que es de lo que se trata- resulta toda una hazaña, pues parece haber invadido a alumnos y profesores el síndrome del último empujón. ¿No habrán tenido ya suficientes trabajos los universitarios de quinto curso con cuatro largos años de carrera a sus espaldas? Parece que no.
Afortunadamente, todavía quedan de esos profesores que apuestan por una enseñanza interactiva, participativa y de trabajo continuado a la que si el alumno responde se libra de acudir a los terroríficos exámenes oficiales. Curiosamente, la mayor parte de estos maestros son jóvenes o han importado estos métodos de otras universidades del extranjero. Sigue leyendo